El primer christmas*
Su autor, Henry Cole, ganó 2050 chelines gracias a ella.
Data del año 1843 y fue el fruto de una idea del empresario británico Henry Cole. La ilustración la realizó el dibujante John Calbott y se imprimieron 2050 ejemplares. Se vendieron todos al precio de un chelín por unidad.
Como dato curioso hay que señalar que una felicitación similar provocaría un notable revuelo en la época actual, ya que en ella se ve a una madre dando de beber una copa de vino a su hijo de corta edad Eran otros tiempos.
La primer oficina de correos a la cual la gente podía acceder fácilmente fue abierta 1840. Antes de eso, solamente la gente muy rica podía usar el correo. El nuevo servicio de correo podía ofrecer un costo de un centavo gracias a la gran cantidad de vías de tren que eran construidas. Éstos podrían llevar mucho más correo que el caballo y la carreta que habían sido utilizados antes. Además, los trenes ferroviarios podían ir mucho más rápido.
Mientras que las imprentas mejoraban, las tarjetas de navidad llegaron a ser mucho más populares y fueron producidas en números grandes a partir de 1860.
Una tarjeta de navidad grabada por el artista Guillermo Egley, que ilustró algunos de los libros de Charles Dickens, está en exhibición en el Museo Británico. Por el año 1900, la costumbre se había extendido por Europa y había llegado a ser especialmente popular en Alemania.
Las primeras tarjetas de navidad tenían generalmente cuadros de la escena de la natividad en ellos.
En los últimos tiempos de la era Victoriana, el gorrión y escenas con nieve llegaron a ser muy populares porque en ese entonces se apodaba a los carteros "carteros gorriones" debido a los uniformes rojos que usaban.
Entre los años 1910 y 1920 las tarjetas de navidad hechas en casa eran las más populares. Eran a menudo de formas inusuales y tenían cosas tales como hojas y cintas en ellas. Generalmente eran demasiado delicadas como para enviar a través del correo y eran entregadas a mano. Hoy en día, las tarjetas de navidad tienen toda clase de imágenes en ellas: bromas, cuadros de invierno, o escenas románticas de la vida en las épocas pasadas. Las asociaciones de caridad venden a menudo sus propias tarjetas de navidad como manera de recopilar dinero para su organización. Esta costumbre comenzó en Dinamarca en el año 1900 por un trabajador postal que pensó que sería una buena manera para juntar dinero, así como para mejorar el diseño de las tarjetas.
Fue un gran éxito, pues mas de cuatro millones fueron vendidas en el primer año. Pronto Suecia y Noruega adoptaron el costumbre y entonces se extendió a toda Europa y América.
El mejor ilustrador de Felicitaciones navideñas sin duda ha sido Ferrandiz.
Seguramente la adopción en España de la palabra «christma», un «modernismo» muy vituperado entonces, coincide en el tiempo con las primeras felicitaciones de Joan/Juan Ferrándiz, cuyo trazo tierno y alegre revolucionó el panorama navideño en los años sesenta, y amplió su imperio durante décadas. Ríanse del famoso «calvo» como heraldo de las Navidades. Sabías que estaban ahí, cuando en las papelerías aparecían sus monigotes y en el buzón la tarjeta más madrugadora.
Hoy los ordenadores lo hacen ya todo, salvo sentir. Ferrándiz no necesitaba complejas técnicas informáticas para transmitir calidez y calidad a sus populares pastorcillos de mirada brillante y pantalones llenos de remiendos de colores, a sus ángeles descarados y a un zoológico inagotable de ovejas expresivas -por una vez-, conejos, gorriones, perrillos de raza indefinida, gatos del brazo de los ratones...
Ferrándiz tiraba de lápiz marca Staedler, a ser posible del número 1 o 2, goma de borrar, tipo nata o Milan, y conseguía transformar un humilde folio en blanco en un mundo de sentimientos. Dicen los que tuvieron la suerte de conocer al artista, que lo primero que hacía era pintar las caras: con apenas unos trazos perfilaba los ojos y esas expresiones tan características y tan malamente copiadas por sus imitadores.
Aquellos dibujos, sin técnicas de animación, adquirían el don del movimiento. Las tarjetas (no así los cuentos: «Mariuca la castañera», «El urbano Ramón», «La ardilla hacendosa»») fueron desplazadas por las tarjetas solidarias y el cinismo estético de los tiempos.
Pero nadie le ha olvidado y la editorial Destino rescató buena parte de su legado en forma de libro. «La Navidad de Ferrándiz» nos recuerda cómo fueron tantas navidades españolas -y universales, pues su impacto fue internacional- a través de los dibujos del autor.
Es un interesante repaso de imágenes para nostálgicos y para curiosos, que pueden sacar muchas conclusiones. Pero ante todo es un libro para todos los públicos, con canciones, recetas, historias ligadas a las tradiciones navideñas españolas. Un desquite póstumo de quien precisamente rompió con la tradición solemne y gótica con la que solían desearse «felices fiestas».
Aunque también haya personas que las detesten...
+ info:
http://thecripplegate.com/7-questions-from-christmas-haters/
Historia de las Felicitaciones Navideñas PDF